1. El giro cultural de la sostenibilidad

Ninguna tecnología nos salvará milagrosamente del colapso medioambiental que hemos generado, especialmente si el esfuerzo tecnológico se coordina desde la lógica del mercado bajo la doctrina transhumanista, eugenésica y de colonización interplanetaria. 

Los grandes avances científicos y técnicos, aunque imprescindibles, resultan insuficientes; se requiere una acción colectiva más que un cambio individual1. Cada vez son más los reclamos por un cambio cultural, ello implica una transformación profunda en los valores y estructuras mentales con arreglo a las cuales construimos nuestra realidad socioeconómica, y esto va mucho más allá de introducir nuevos hábitos de consumo. En ese sentido, ¿puede la investigación en cultura ayudarnos a comprender y acelerar los cambios sostenibles?

La investigación cultural, esto es, entre otras, la antropología, los estudios culturales y la sociología cultural, ha profundizado en la comprensión de  los cambios en las grandes estructuras sociales, por ejemplo, cómo la era post-industrial o las tecnologías en redes han cambiado todo en nuestras vidas.

Sin embargo, a pesar de que la sostenibilidad se plantea cada vez más como un campo en el que confluyen diferentes disciplinas científico-técnicas y sociales, como las ciencias políticas, la gestión de organizaciones, la economía o la sociología de las ciencias y las instituciones, las áreas encargadas de estudiar científicamente la cultura no aparecen referenciadas en el panorama transdisciplinario de la investigación orientada a producir nuevos conocimientos para reducir el daño medioambiental. 

Por su parte, entre los agentes culturales, esto es, artistas, instituciones, sectores creativos, gestores, mediadores, académicos, organizaciones cívicas y otros profesionales de la cultura, existe un rechazo tajante y generalizado a brindar evidencias sobre cómo sus prácticas culturales y artísticas inciden en la realidad, que contrasta radicalmente con su propia visión del arte y la cultura como fuentes inagotables de transformación social. Por ejemplo, existen cada vez más propuestas que enfilan la capacidad crítica del arte frente a problemáticas de la realidad social como la sostenibilidad, las cuestiones de género, el diálogo intercultural, la crisis democrática o las luchas por el poder, sin embargo, los esfuerzos por generar criterios que permitan evaluar aquello que determinada práctica artística acciona resultan ciertamente crudos.

Lo cual no es cosa pequeña, ya que en esta ausencia reside el hecho de que las artes y la cultura empiecen a adquirir un estatus de validez científica y estratégica frente a la realidad social, lo cual permitiría adquirir un nivel de legitimidad social suficiente para dialogar con las disciplinas técnicas y políticas sobre las que usualmente recae el problema de la sostenibilidad. 

En definitiva, evidenciar 


"I used to think that top environmental problems were biodiversity loss, ecosystem collapse and climate change. I thought that thirty years of good science could address these problems. I was wrong. The top environmental problems are selfishness, greed and apathy, and to deal with these we need a cultural and spiritual transformation."

Gustav Speth, alto consejero para el PNUD y el gobierno de Estados Unidos en asuntos ambientales y cambio climático.

Fuente: David Crockett en el Huffington Post, agosto 2 de 2014.